miércoles, 31 de mayo de 2017

Rodando un documental [Parte 1]

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Rodar un documental no es tarea fácil, ni siquiera cuando se hace con bajo presupuesto y unos valores de producción inferiores a una producción profesional. Por eso, en esta serie de dos entradas detallaré como mi compañero Guilherme Faria y yo mismo, Pablo García, ideamos y creamos el documental El sistema educativo; un diálogo transversal, así como todos los secretos y curiosidades detrás de su realización. Son muchas las claves detrás de un proyecto audiovisual de cierta envergadura, y espero no dejarme ninguna en el tintero.

1. Preproducción
Una buena planificación previa del trabajo es crucial para que el proyecto salga adelante, y en el caso de nuestro documental fue una fase larga. La idea inicial es el primer paso, es este caso fruto de ideas sobre las que llevábamos reflexionando desde nuestro cambio de instituto en septiembre. Tras discutir con mi compañero el formato que tendría el documental, decidimos que este alternaría entrevistas a alumnos con segmentos más bien narrativos y alegóricos para reforzar visualmente las ideas volcadas por nuestros compañeros. Originalmente valoramos la posibilidad de contar con la colaboración de profesores, pero la descartamos por cuestiones prácticas y de tiempo, puesto que no esperábamos una implicación tan grande por parte del cuerpo docente como de nuestros propios compañeros.

            Asentadas las bases de lo que sería nuestro documental, tocaba ponerse a escribir el guion, una tarea de la que me encargué yo mismo. En este caso se trataba de un guion muy descriptivo, puesto que las escenas narrativas apenas tenían diálogos. Como parte del guion redacté las preguntas a las que se tendrían que enfrentar nuestros compañeros, y originalmente había escrito una escena en la que, como colofón final, Guilherme y yo volcábamos nuestras conclusiones durante una partida de ajedrez. En borradores posteriores del guion esa escena fue eliminada a favor de un desarrollo más espontáneo en el que respondíamos a las mismas preguntas que nuestros compañeros sin un guion preestablecido, aunque la apertura y cierre del documental son lo que quedó de aquel concepto inicial.

            Para escribir dicho guion utilicé un programa específico (en mi caso una versión antigua de Celtx), lo cual resulta muy práctico a la hora de adaptar tu guion a los estándares de la industria sin invertir demasiado tiempo en ajustar todos los formatos. Hay una serie de pautas que determinan cuando empieza y acaba una escena, cómo se define esa escena, cómo se relacionan los diálogos entre sí, que cortes, planos y paréntesis es necesario indicar y cuáles no… aunque eso es materia para otra entrada.

            A la hora de planificar las escenas suelo utilizar un método muy sencillo, consistente en dibujar uno o varios planos de las escenas en los que se señala la posición y movimiento de los actores, así como la posición y orden de cada uno de los planos, sus características, movimientos de cámara e incluso duración, si se quiere ser muy preciso. En una producción de mayor envergadura esto iría seguido por la elaboración de un storyboard más complejo y el dibujado de todos los planos, aunque nosotros prescindimos de ese paso.


            Antes de comenzar con el rodaje quedaba un último paso; escoger la música. Normalmente sería algo incluido en la postproducción del proyecto, pero al no contar con recursos para componer una música propia que se adapte a nuestro texto, prefiero seleccionarla de antemano y diseñar los planos de la escena de modo que encajen con la música escogida. A la hora de seleccionar tu “banda sonora” es importante saber qué rumbo va a tomar el proyecto. Si este va a ser compartido públicamente se deben escoger temas con licencias de uso libres. En nuestro caso sabíamos desde el principio que no sería así, puesto que no íbamos a compartir públicamente un vídeo en el que participarían muchos estudiantes ajenos al proyecto, así que la mayoría de los temas seleccionados cuentan con derechos de autor, que no son violados siempre que su uso sea privado y dichos temas se hayan adquirido por medios legales. Todos los usados en este documental formaban parte de mi colección, y los oídos más atentos habrán escuchado música de artistas como Audiomachine y Lindsey Stirling, así como fragmentos de la banda sonora de películas como Inside Out, Animales fantásticos y dónde encontrarlos o Un monstruo viene a verme.

2. Producción (1/2)
            La producción de nuestro documental estuvo claramente diferenciada en dos apartados; el rodaje de los segmentos narrativos y el de las propias entrevistas. Ambos procesos se entrelazaron en el tiempo, aunque el primero en comenzar fue el rodaje de las escenas guionizadas. Todas ellas fueron grabadas o bien en nuestras casas o bien frente a la entrada del instituto.

            El equipamiento utilizado era bastante sencillo, aunque también completo para nuestros propósitos. En primer lugar, una cámara Nikon de alta definición robada a mi hermana mayor, que si bien no es lo ideal por ser una cámara pensada para la fotografía y no proporcionar el control ideal sobre el vídeo, ofrece una buena calidad de imagen. Por otra parte, contábamos con un pequeño micrófono conectado directamente a la cámara y un trípode, que de nuevo es un trípode de fotografía que no permite movimientos muy fluidos, pero es suficiente para planos estáticos. Esto, junto al hecho de que el equipo fuese reducido, es la explicación de que haya tan poco movimiento de cámara en nuestras producciones, algo que intento compensar con una composición interesante en los planos.

            A la hora de grabar seguimos el planning de escena previamente establecido que detallaba más arriba, pero también destacaría dos elementos que son clave, especialmente a la hora de trabajar después con el material grabado; la claqueta y la hoja de anotaciones. Aunque muchos utilizan una claqueta o algo similar como si el simple hecho de tenerla hiciese del rodaje algo mucho más profesional, lo cierto es que esta tiene varias funciones muy importantes. La primera es llevar un registro de todas las escenas, planos y tomas rodadas, que además se apuntan en la hoja de anotaciones junto con observaciones sobre el resultado de la toma en cuestión. Este resulta muy práctico a la hora de editar, ya que con un solo vistazo a la hoja y al primer o último frame de cada vídeo es posible reconocer qué tomas son válidas y cuáles no sin necesidad de ver de nuevo todo el bruto.

            La segunda y primordial función de la claqueta es la de la sincronización. El particular sonido que este artilugio produce es utilizado para sincronizar en postproducción las imágenes grabadas por diferentes cámaras dispuestas en distintos ángulos, o bien sincronizar el sonido grabado con micrófonos externos. En nuestro caso ninguna de las cosas fue necesaria, puesto que no contábamos con más de una cámara y nuestro modesto micrófono estaba conectado directamente a ella. Aún así, fue muy divertido ver como todos los entrevistados daban palmadas confusas (un sustituto low cost de la claqueta, que solo utilizamos en la parte narrativa) para después sincronizar un audio que, en este caso, ya estaba sincronizado desde el principio.

            Volviendo al rodaje de las escenas, escogimos rodarlas con la tasa de frames característica del cine: 24 imágenes por segundo, y no con una tasa más alta propia de la televisión o los documentales (que podría ser de 30 frames por segundo). La excepción a la regla son las pocas escenas a cámara lenta, para las cuales aumentamos al máximo que permitía nuestra cámara la tasa de frames, de modo que al ralentizar la imagen no hubiera frames repetidos y el movimiento resultara poco fluido.

            Otras curiosidades dignas de mención son que a la hora de grabar una pantalla, como hicimos nosotros con la televisión de mi salón, es importante grabar a la misma tasa de frames que el contenido que se reproduce en ella (o un múltiplo), para que la imagen sea clara y no aparezcan esas molestas barras horizontales que seguramente reconoceréis. En nuestra escena se trataba de una escena de Harry Potter, así que no fue necesario modificar nuestros 24 frames.

 Y sí; tuvimos que meter la cámara en la nevera para rodar el plano en el que saco un cuenco con helado de ella. Me gusta jugar de vez en cuando con planos curiosos, y ese desde luego me lo parecía. Además, pudimos confirmar que la luz del interior de la nevera, efectivamente, se apaga al cerrar la puerta, y solo por eso ha merecido la pena que la Nikon pasara frío.


¿Queréis más curiosidades sobre el proceso de rodaje? En la segunda y última parte de este reportaje descubriréis cómo se rodaron las entrevistas a nuestros compañeros, así como todo el proceso de postproducción y la realización de los efectos especiales. ¡Os aseguro que será fascinante!

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