El claro ejemplo de que a veces menos es más
Me gustaría hablaros de mi experiencia con las actividades extraescolares durante estos últimos años para que os pueda servir como ejemplo.
Desde pequeño siempre he sido una persona muy activa, de esas que no les gusta estarse quieto ni un segundo. Siempre que podía trataba de hacer algo que implique moverse y hacer ejercicio (no me gusta mucho quedarme en casa). He practicado fútbol, fútbol sala, tenis y algún que otro deporte más.
Cuando era más pequeño para mí esto era perfecto. Cuantas mas cosas hacía más me divertía y mejor me sentía. Hubo años que incluso llegué a practicar cuatro deportes distintos.
Todo cambió cuando comencé a hacerme mayor. Llegaron los últimos años de la ESO, y con ellos una mayor cantidad de estudio. A pesar de esto, yo traté de seguir manteniendo este estilo de vida y seguir haciendo cuantos más deportes y actividades pudiera.
Esto provocó que el año de 3º de la ESO fuese muy duro para mí. La cantidad de materia a estudiar tampoco era excesiva, pero era imposible compaginarla con tantas actividades extraescolares (4). Aún así yo lo intenté. Tenía muy poco tiempo en el que no estuviera haciendo deporte, por lo que lo empleaba todo para estudiar. Eso conllevó que tuviera que estudiar muchas noches y que después no rindiera ni en clase ni en estas actividades extraescolares. Además durante ese año comencé a darme cuenta de lo bueno que puede ser tener tiempo para relajarte, ver una película, jugar a la consola, quedar con tus amigos... pues yo no disfruté de este tiempo para mí.
Al acabar ese año me di cuenta de mi error y decidí priorizar las actividades que más me gustaban (pues algunas las acabé casi odiando). De esta manera al año siguiente estuve menos apurado, más tranquilo, rendí mejor y tuve más tiempo para mi mismo.
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