Una actividad que siempre me ha gustado ha sido la música.
Pienso que todas las personas con sus diferentes gustos y opiniones, son incapaces de afirmar que no les gusta la música.
Desde pequeña siempre me interesé en muchas variedades artísticas: la pintura, el cine, la música... Pero decidí que escogería una de ellas para aprender: la música y me decanté por el piano, como instrumento.
Al empezar las clases, es verdad que me costaban diferentes campos como el lenguaje musical, la teoría y la técnica, así como la interpretación del instrumento. Pero aprendí con el tiempo, que gracias al esfuerzo, a la constancia y a seguir puliendo poco a poco errores, los resultados llegan. De un principio donde encontraba mucha dificultad en leer las notas, contar los silencios, llevar el ritmo y ejecutar las partituras, descubrí que con dedicación y tiempo puede aparecer una obra musical.
A pesar de todo el trabajo que esta actividad implica, no debe olvidarse una de las finalidades principales de la música: disfrutar de la ella y relajarse.
Cuando se interpreta una obra con sus matices y el sentimiento propio de ese tema, es realmente cuando se ve el progreso, la horas invertidas y la razón por la que aprendes música, en mi caso, o cualquier otro hobbie o actividad: la sensibilidad artística.
Además, creo que en la música, la creatividad es una característica muy importante, porque gracias a ella ha podido evolucionar y no quedarse marginada o estancada en una etapa de la historia. Son argumentos de esto los numerosos estilos musicales, temas, letras, artistas... que actualmente conviven para seguir haciendo un hueco más grande a la música en nuestras vidas.
Aquí dejo un ejemplo de una pieza clásica llamada La Campanella del compositor Franz Liszt. AQUÍ
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